miércoles, 28 de septiembre de 2016

38 de Septiembre

Hoy me encantaría que me contases mis pecas, y sin querer te dieras cuenta que no tengo ni una, pero que merece la pena seguir buscándolas.
Me encantaría que se parase la rotación del planeta, y se fuera todo a la mierda, menos nosotros. Y me encantaría que me bajases el sol, que lunas regalan ya hasta con los ojos vendados.
Sería guay (porque esa es la palabra), que no fuese complicado, que no fuésemos la paradoja de la puerta entreabierta; de no saber si abrir o cerrar, de empujar o tirar para uno mismo.
¿Sabes? No estaría mal un mundo sin futuro, que no importase más presente que el momento que vivimos y que ya vendría el mañana a reclamarnos las resacas y a cantarnos las cuarenta por pasarnos de la ralla. Que ya seremos geometrías y veremos los eclipses que proyectan nuestras erratas.

Se ve que no hace falta llegar al cielo para tener las nubes que tenemos estancadas. Que en mi cabeza ya ha entrado el otoño cargado de tormentas y borrascas tropicales, que ya sabemos aquí todos que son de las especiales que vienen a quedarse y arrasan por tu casa y dejan huella allá por donde vayan..

Y es que qué dilema se plantea cuando nadie llama a la puerta a mirarte con buena cara. Cuando te quedas en la cama y tu consciencia se vuelve monotema hasta la saciedad de sus palabras.

Y ahora dirán que es solo tiempo lo que tengo que comprar, que el sólo va poniendo todo en su lugar, pero el tiempo es un amigo de fácil traicionar: si te despistas un poquito no sabrás ni dónde estás.

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