miércoles, 8 de octubre de 2014

Tu recuerdo sabe a tarta

Impotencia es leerle al viento las cartas que te escribí. Gritar tu nombre y que suene en braille. Es rabia. Injusticia.
Impotencia es saber que da igual lo que hagas, que aunque nunca te rindas, no volverá. Es la religión de los no creyentes, la pared con la que chocar. Sentirte idiota porque todas las cosas que te gustaría decir son tan obvias que no tiene sentido que nadie las escuche. Impotencia es pensar en pasado sin ver futuro. Atascos de recuerdos. Dolores de cabeza. Miedo.
Sentirte fuerte pero no serlo tanto.

Impotencia es no quejarte por no gastar más lágrimas que saliva. Pesadillas que se repiten una y otra vez, laberintos sin salida y habitaciones sin ventanas. Impotencia es que incluso el silencio suene torpe, y cada noche recuerde tu voz.
Es pedirte que te quedes a contarme otro cuento, y que te tengas que ir. Y saber que no me lo volverás a contar..




viernes, 26 de septiembre de 2014

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Tenía más ganas de colgarme de su pelo que de asomarme a su sonrisa. Descubrí que era tóxico, que me envenenaba con cada te quiero y me ahogaba en los suspiros que sus ojos daban.

Estúpido anzuelo. Estúpidas promesas vacías, palabras huevas y corazón sordo. ¡Te lo dije! Reluce demasiado para ser bondad.

Pisé la trampa y salí corriendo, notando que me quedaba atrás. Que no podía avanzar entre tanto escombro.
Qué idiota.
Los pies pesaban como toneladas de mentiras y crujían con cada falso en paso. Las rodillas me temblaban, gritando que no me sostendrían más. Las manos agarraban una cabeza enloquecida, intentando salir de la certeza de que todo terminaba..
Sin embargo, mi corazón se extrañaba del embargo y suplicaba segundas oportunidades que nunca nadie le  concedió. Incendió el desván de recuerdos, intentando acabar con todo, sin darse cuenta de lo mucho más que dolía sin tí.
Pero a pesar de todo, sus excusas también eran adictivas, y cada una de ellas me hacía volver a cabalgar sobre sus lunares. Regresar con la cabeza a media asta, arrastrando una bolsa con disculpas que pesaba más que mi propio tormento.
Así que soy yo el pez que se muerde la cola: los no volveré y los te echo de menos. Y qué menos que izarte una vez más y volver a engañarme con tus dulces dedos.


miércoles, 20 de agosto de 2014

Invier-gosto.

Olvidé sacar punta a tus recuerdos.
Descubrí que no hacía falta, que ya me erizaban de por sí solos.
Algo que ni la música ni tus besos lograron hacer.


Supongo que podrías volver y comerme a besos. O llamar. O no sé, simplemente darme falsas ilusiones como siempre hacías..
O tal vez podrías no haberte ido nunca, y quizá todo ahora fuese más fácil. Podría no engullir dos tarrinas de helado, pero tampoco se solucionarían mis problemas; aunque ya sé que su sabor siempre te gustó más que yo..
No entiendo por qué nunca volviste a por mí. Por qué me encerraste en aquel cuarto oscuro, como si me temieras.

¿A quién vendiste la ilusión? ¿Y por cuánto?
Yo nunca pensé que hubiese caramelos más dulces que tu mirada, y sin embargo aquí (o mejor dicho, allí) estás, en pleno arrebato invernal contra mí.
Y es que por muchos abrigos que me ponga, no consigo sentir el calor de tus brazos; ni quitar este espantapájaros que no me deja ser primavera.
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Pero hoy... Hoy olvidé sacar punta a tus recuerdos, y me siento mejor.

Porque he dejado el sacacorchos en las tardes de recreo, y me he embriagado con las fotos que te robé a escondidas. He quemado el billete a tu jardín y risa. He parado el tráfico de mis penas en mi colchón y lo he desviado al olvido.
Hoy he vendido las horas muertas que tus ojos me prometieron, he dejado de frotar tu corazón maltrecho y he cascado la ilusión de tus miradas y, no sé por qué, pero me siento mejor.


lunes, 24 de marzo de 2014

...decirte adiós.

¿Sabes? Me gustabas. Me gustabas de verdad. Será por éso que me sabe más amarga la decepción, permitiéndome incluso distinguir trazas agrias de culpa.

Y es que con el paso del tiempo y de los buenos días y buenas noches te hiciste un huequito ahí, entre sístole y diástole. Todo sin que me diera cuenta. Que no dudaba en plantarte un beso cuando tu hoyuelo me intimidaba más de la cuenta, y  luego me dejaba acomodar entre tus ronquidos

Lo malo de crear excusas es que cuando dejan de serlo, es porque te das cuenta de que son verdades, y claro: duele. Desquebraja, despelleja, o como queráis llamarlo. Quema y hiela a la vez, porque (por lo menos a mí) me enerve la sangre a la vez que me deja inmóvil. Y dicen que "el ignorante vive feliz", así que yo deberé ser subnormal o algo dado que prefiero quedar como estúpida mas teniendo todas las cartas sobre la mesa.

Pero es que, joder, un consejo:
  ¡No entres en la vida de alguien si no tienes pensamiento de quedarte! ¡No seas gente boomerang! 
O estás o no estás. No estés cuando te apetezca o simplemente no me ayudes con mi colección de promesas que nadie cumplió porque es que no hay más hueco en el estante y aún no hay tiendas de corazones.

No sé. Me gustabas. Y me duele perderte, aunque nunca te tuve y ya nunca te tendré. 
No regreses. No quiero volver a tener que echarte de menos.