miércoles, 20 de agosto de 2014

Invier-gosto.

Olvidé sacar punta a tus recuerdos.
Descubrí que no hacía falta, que ya me erizaban de por sí solos.
Algo que ni la música ni tus besos lograron hacer.


Supongo que podrías volver y comerme a besos. O llamar. O no sé, simplemente darme falsas ilusiones como siempre hacías..
O tal vez podrías no haberte ido nunca, y quizá todo ahora fuese más fácil. Podría no engullir dos tarrinas de helado, pero tampoco se solucionarían mis problemas; aunque ya sé que su sabor siempre te gustó más que yo..
No entiendo por qué nunca volviste a por mí. Por qué me encerraste en aquel cuarto oscuro, como si me temieras.

¿A quién vendiste la ilusión? ¿Y por cuánto?
Yo nunca pensé que hubiese caramelos más dulces que tu mirada, y sin embargo aquí (o mejor dicho, allí) estás, en pleno arrebato invernal contra mí.
Y es que por muchos abrigos que me ponga, no consigo sentir el calor de tus brazos; ni quitar este espantapájaros que no me deja ser primavera.
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Pero hoy... Hoy olvidé sacar punta a tus recuerdos, y me siento mejor.

Porque he dejado el sacacorchos en las tardes de recreo, y me he embriagado con las fotos que te robé a escondidas. He quemado el billete a tu jardín y risa. He parado el tráfico de mis penas en mi colchón y lo he desviado al olvido.
Hoy he vendido las horas muertas que tus ojos me prometieron, he dejado de frotar tu corazón maltrecho y he cascado la ilusión de tus miradas y, no sé por qué, pero me siento mejor.