martes, 3 de enero de 2012

..dormir.

Pero no puedo. No paro de imaginarme millones de cosas, de morirme de ganas por hablar contigo.. de estar bien.

Y es que últimamente sólo sabemos estar bien a ratos, sonreír cuando olvidamos las penas y pagar con el otro las propias.

¿Sabes? Al fin y al cabo el amor es como un veneno que te va matando por dentro poco a poco, al principio tentador aunque desconfiemos en él. Es un paso enorme el que hay que dar para admitir que estás enamorada, que bebes vientos por él; pero aún es mucho más enorme si además existe una barrera personal que te dificulta el trayecto, la desconfianza.

Pues bien, digamos que soy la desconfianza en persona. Confío en la gente que desconozco, no confío en la que conozco y desconfío de lo más cercano, yo misma. Irónico, un poco. Supongo que debo preguntarme por qué, pero la verdad es que a mí me parece lo más racional del mundo.

Pero el veneno hace su efecto, y deja que él atraviese la barrera, que confíes.. y pasas de ser totalmente independiente a dependiente. Actúa y hace que cada noche le desees las buenas noches a la almohada, que le des los buenos días y que maldigas que la almohada no sea él.

Al fin y al cabo, tiene que haber venenos malos y buenos, como las personas, como los vinos, los libros y los días. Habrá baches, pero os aseguro que en el fondo es un veneno bueno. Es como una droga, como el alcohol, que a veces te hace la más desdichada y otras la más afortunada.

Sea como sea, estoy segura de que aún con baches, soy la persona más afortunada del mundo.. porque no hay mayor fortuna que tenerte siempre conmigo..





Pase lo que pasé, siempre estaré a tu lado, dándote lo mejor de mi misma.