viernes, 26 de julio de 2013

buscarme un pirata.

    Por una vez estamos de acuerdo: mi inconsciente ha decidido dejar de soñarte, y yo de extrañarte. Será que hemos caducado, o que nos ha salido moho en el corazón.
'Las cosas no cambian, y las personas tampoco.'
   Es lo que pasa cuando se alimentan los sentimientos con mentiras y falsas ilusiones, que los fantasmas rebotan a lo largo de tu vida, pero sólo son eso: fantasmas. No son nada, si acaso un recuerdo que ni siquiera existió, porque lo que viviste no era real.


   Y ahora me hallo aquí, porque necesito que me salven. No quiero a un príncipe que me rescate de la torre más alta del castillo, no estoy allí, no soy una princesa, no soy su princesa. De hecho estoy en el fondo del foso, escuchando las historias que los cocodrilos me quieren contar, los hay que incluso me quieren morder. Da repelús. 

No, un príncipe no se llenaría de mierda en el fango que hay a la entrada del foso por mí. No quiero que me busque por los méritos de mi salvación, sino por mí. Pero, ¿quién arriesga lo que no tiene por alguien desconocido? En fin, no sé qué espero.






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   O tal vez sí: un pirata. Quiero que mi sonrisa sea su tesoro por encontrar, y su mapa mi cuerpo. Que me lleve perdida en su barco, y me cuente historias de acción. Quiero movimiento, quiero viajar. Quiero que confíe en mí más que yo misma.


   Sí, se que es mucho pedir y que los piratas no existen pero, ¿acaso tú existías? Sólo eras una buena versión de tí, subtitulada al corazón y dirigida por una ciega, yo. Y ahora que has vaciado mi lista de sueños me doy cuenta de que yo tampoco fui como imaginabas, y tal vez todo ésto no sea más que un problema de idealización del uno al otro. Fuimos más en nuestras mentes que en la realidad, y en realidad, digamos que simplemente no fuimos.


lunes, 8 de julio de 2013

advertiros que es una lectura de invierno, no de verano.

   Imaginaos la escena: chimenea, él, ella y jazz. Da igual la pieza que escojáis, la situación seguirá siendo igualmente exquisita.

   Las chispas saltaban más allá de la chimenea, casi rozaban sus pies. Las mantas se habían quedado en el sofá, abrazando los cojines. Sus miradas se encontraban, y se perdían; y se volvían a encontrar. Llevaban la melodía del fuego en sus ojos, al ritmo del jazz.
   Ella se acomodó entre sus piernas, y él la rodeó con sus brazos. Sin querer, un botón saltó, dejando ver un poco más el pecho de Eva. No era un pecho cualquiera, él lo sabía, era como si alguien lo hubiese puesto allí con la mayor delicadeza del mundo y con muy buen gusto, demasiado quizá.

   Sus saxos llevaban tiempo expectantes de la situación, esperando su hora, sabiendo que tarde o temprano llegaría el momento de ser tocados. El vino también estaba esperando ser probado, y para qué engañarnos, la parejita se moría de ganas.
  Descorcharon un Marqués de Vargas que encontraron,al parecer la última persona que pasó por aquella cabaña decidió dejarla ahí. Y qué bien que así pensase.

   El sabor de las copas y su contenido hacía una combinación espectacular con el jazz y el fuego. Y mientras más vino, más calor. Y ya sabéis lo que pasa cuando hace calor entre dos músicos, que se tocan.
  Así que finalmente sus saxos se reencontraron, Eva le deleitó con una melodía entonada en 'Sí bemol mayor'; y él se decantó por observarla, dejándola hacer los solos; y acompañándola con largos sostenidos de’Do menor.’ Y así se tiraron todo lo que la luna les dejó, hasta que sus bocas agotaron sus instrumentos, y el fuego se apagó.


Pero ya sabéis lo que pasa: que donde hubo fuego, cenizas quedan.

sábado, 6 de julio de 2013

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Estoy muy harta de esta situación. Como cuando la leche te sale del microondas con nata. Igual, pero peor.

A ver, no es algo que hayamos buscado, pero sin quererlo ni beberlo está ahí. Es.. extraño, incluso desconocido para mí, supongo. ¿Quieres algo? ¿No lo quieres? No tengo nada claro, ni oscuro, digamos que no tengo nada. Ni las gracias ni los te echo de menos ni las buenas noches antes de dormir.

Lo cierto es que me enerva el punto al que hemos llegado. Hasta un chimpancé lo entendería—y que me perdonen por la comparación, pero yo no. ¿Qué esperas de todo ésto?
Yo.. Yo sinceramente, te extraño. Muchas veces en silencio, y otras muchas lo muestro; sin más. ¿Y sabes? Es que no quiero quedar como una tonta que da su tiempo y corazón al primero que le regala unas palabras de esperanza. Pero, ¿qué le hago? No son las palabras, son tus rarezas, que no sé qué hacerles, pero me gustan. Las echo de menos. Me gusta no saber qué piensas, me gusta que no seas predecible, me gusta cuando te vas, porque me doy cuenta que te echo de menos.
También me faltan esas caricias, y esos buenos días, que acaban siendo malos porque me voy,  o te vas. ¿Y qué? ¿No podría tener ésto con otra persona? Claro que sí. Hay muchas personas con las que poder disfrutar de mi tiempo, pero por alguna estúpida razón, mis pensamientos cuando me lo paso bien acaban desembocando en el delta de tu boca.
Nada que ver ahora con lo que éramos, que nunca fuimos nada. He de decir que lo bonito de nuestra relación es que no la teníamos. Que simplemente nos limitábamos a pasarlo bien, y a disfrutar. A hacer lo que nos apetecía, sin poner fronteras a los límites de la conversación. Y éso éramos, confianza en las palabras del otro. Teníamos también un idioma silencioso y unas normas sin poner, que ahí estaban, pero nos entendíamos. ¿No es eso compenetración? ¿No es eso lo que se espera siempre de la supuesta pareja?
Y sin embargo no éramos pareja, no éramos nada, y lo teníamos todo. Y lo dejamos ir.

Quizá ni me eches de menos, y todo ésto no sea más que producto de mi imaginación y de mi cama vacía. Y quizá, sólo quizá, ahora mismo estés pensando en mí; de igual modo en que yo lo hago contigo.
Te echo de menos.
Tengo miedo de pedirte cerveza para llevar y que la rechaces, no por ella sino por mí; y entonces darme cuenta de lo sola que estoy cuando me faltan tu sonrisa y tus rarezas. Y darme cuenta lo tonta y rara que soy yo por dejarte ir, o por dejarme engañar.

Sólo son suposiciones, expectativas de lo que pudo ser y no fue, o porque fuimos tontos o porque no quisimos o porque el orgullo ganó. Sólo quiero que sepas que a mi no me importaría recorrer todos los días la autopista de tu cuerpo, sin tener que pagarlo luego con resacas de corazón.


Y al fin y al cabo esta es nuestra historia, la que nunca fue.

viernes, 5 de julio de 2013