sábado, 28 de septiembre de 2013

Cap. I

Bum. Cayó al suelo.
    Con que no tenía agallas... — me burlé.
Como de costumbre, saqué el bloc de notas y arranqué la página donde tenía su nombre: Julia Expósito. Me acerqué, le incliné un poco la cabeza y puse la hoja debajo.



Anduve 4 kilómetros hacia el sur, con la mente en blanco. No tenía pensamiento de enterrarla, con suerte encontrarían su cuerpo dentro de cinco años como muy pronto, y para entonces yo estaría en la cárcel por el asesinato de Tomás Rodríguez.

Llegué al coche y saqué el mapa. Memoricé la ruta que me habían indicado en el Bar-Restaurante Rocamador. Empezó a llover y la radio me deleitó con Do polimen sing? de  Robyn Hitchcock. Sin duda, me merecía aquel momento glorioso.

El sonido del móvil lo fastidió todo.
    ¿Qué pasa ahora?
    ¿Esta noche tampoco vienes a cenar?
    Voy de camino… Sabes que últimamente tengo mucho trabajo, lo siento. Prometo compensarte este fin de semana.
    Siempre dices lo mismo… Se te va a enfriar el pollo.
    Estoy cerca ya, no tardaré mucho.
    Ahora nos vemos.
    Ahora nos vemos.

‘Mierda’. Pensé. Si seguía descuidando a Carlos lo iba a descubrir todo, tenía que pasar más tiempo con él. Después de 36 minutos y un par de semáforos en rojo llegué a casa. Aparqué, me cambié las botas por los tacones y me retoqué los labios en el ascensor. Mi sonrisa y yo atravesamos la puerta de casa. Me recibió el olor a tabaco.

    Han llamado desde comisaría preguntando por ti, que mañana a primera hora pases por allí.
    ¿Qué querían?
    No lo sé, no me han dicho nada más. ¿Vino?
    No gracias, estoy agotada, prefiero agua. ¿Qué tal tu día?
    Cansado y aburrido, lo único interesante que ha pasado es que a Laura se le han volado todos los papeles y hemos estado media hora ayudándola a ordenarlos.
    Vaya, no parece muy interesante.
    Sí bueno, también ha llamado tu jefe para que no olvides que mañana es la reunión con la empresa GRB. ¿No es un poco raro que llame tu jefe cuando se supone que estás trabajando?

‘Mierda, pillada’ pensé. Tragué saliva. No me hubiese gustado ser su filete de pollo en aquel momento, y menos cuando retorció el cuchillo en él. No le gustaban las mentiras.

    ¿En qué estás metida, Sara?
    Déjame que te explique…
    Antes me contabas las cosas, sabes que puedes confiar en mi; no hace falta que te lo diga.
    Carlos, no pienses nada raro. Lo de comisaría no sé por qué puede ser, la verdad. Pero de lo otro… Vas a tener que confiar en mí.
    Últimamente te comportas muy raro, no eres la misma. Además, mañana es nuestro aniversario y ni siquiera he visto que haya velas nuevas. Antes comprabas velas.
    Carlos… —Suspiré. Me acerqué a él y pasé la mano por su mejilla recién afeitada. —No quería decírtelo, pero viendo que me vas a fastidiar la sorpresa… Estos días he estado llegando tarde a casa porque te estaba preparando algo especial para mañana.

Siempre se me dio bien mentir. Su expresión cambió y esbozó una sonrisa.
    Siento ser tan tonto, es sólo que te quiero mucho y tengo miedo de perderte.
    No te preocupes, cielo. Te quiero.

Le besé. La situación estaba bajo control. Nos dejamos llevar, y tiramos todos los platos. O como hubiese dicho mi primo, “pasamos directamente al postre” aquella noche.


Me desperté antes que el sol. Di un beso a Carlos y decidí lo que me iba a poner mientras me daba una ducha fría. Sí, el vestido estampado verde era adecuado tanto para ir a comisaría como para la reunión. Repasé mentalmente la cantidad de cosas que tenía que hacer. Tomé un café en el bar de Elisa, me retoqué los labios en el baño y me dispuse a hacer mi visita a la policía. Desafortunadamente un camarero inútil tropezó y derramó un zumo en mi vestido. Qué idiota, ni que sus disculpas sirviesen para limpiarlo. Volví a casa, entré en el vestidor, escogí una falda y chaqueta azul, y me hice una trenza. Parecía una azafata estúpida, pero no tenía tiempo para cambiarme de nuevo. Ver a Carlos aún dormido me hizo recordar que le había prometido algo especial a la noche. Qué mal comenzaba el día, maldito miércoles, inventaría algo cuando solucionase los problemas de verdad.

¿Qué querría la policía? ¿Habrían descubierto a Julia? No, no podía ser, habían llamado por la tarde cuando probablemente ni la hubiese matado aún. Entonces, ¿qué era? La verdad es que me tenía bastante preocupada, o mejor dicho, intrigada; ¿me querrían interrogar sobre la desaparición de Joaquín? No había nada que nos relacionase, no teníamos conexión. ‘Joaquín está más que fuera del mapa’ me dije ‘Tranquila, o tus nervios te delatarán’. Entré con paso firme en comisaría y me puse en la cola.

    Qué arreglada, señorita Silva, ¿quiere dar apariencia de inocente?
    No se burle, señor Varela, es que tengo una reunión importante ahora después.
    Es broma, está usted muy atractiva.
    Gracias.
    Venga. —Pasó una mano por mi espalda y me llevó  a su despacho. — ¿Por qué cree que la hemos llamado?
    Pues si le soy sincera no lo sé, ¡pero sea lo que sea me declaro no culpable! —Ambos reímos. —Bueno, dígame agente.
    Verá…Siéntese. —Obedecí. — Ayer encontramos su cartera cerca de un local donde habían robado, Handi Copas. —Se adelantó a mi reacción. — No se preocupe, sé que no ha sido usted. ¿Tiene alguna idea de alguien que quiera culparla? ¿Alguna discusión con algún vecino últimamente?
    Estoy bastante confundida, señor. —Y era verdad, aquello no me lo esperaba. — No, creo que no he discutido con nadie.
    Bueno, tenga, compruebe que esté todo. — Cogí la cartera (todo en orden). — Le acompañaré a la puerta, dijo que tenía una reunión si no recuerdo mal. Si nota algún comportamiento extraño, no dude en acudir a mí. Sabe que me preocupo por usted.
    Ya, ya. Lo sé, muchísimas gracias.
    Tenga cuidado, señorita Silva.
    Lo tendré, buen día señor. Gracias de nuevo.
    No hay de qué.

Nos despedimos con dos besos. Desde que desapareció mi padre nuestra relación mejoró bastante, el sentía la necesidad de proteger a la única hijita de su mejor amigo y yo necesitaba una figura paternal. Fue un gran apoyo, junto con Carlos y Eva. De hecho, me convenía bastante tener un amigo policía que se fiase de mí con los ojos cerrados. Facilitaba bastante las cosas, aunque me limitaba mucho el campo de acción. Abandoné todas las suposiciones de cómo había llegado mi cartera al Handi y alrededores y me centré en la reunión del GRB. Miré el reloj, iba tarde.

Mi jefe, Fernando Ferrer, me mató con la mirada en cuanto interrumpí en la habitación. Me disculpé y me senté a su izquierda. Estuve un tiempo intentando comprender de qué hablaban mientras ponía cara de interés. Ferrer me pagaba para que le acompañase a sus reuniones, sólo por estar allí; y como mucho me pasaba notas con las frases que quería que dijese, cosa que no ocurría muy a menudo. Todo era por la apariencia. Mi jefe siempre decía que una ‘cara bonita’ ayudaba mucho a las negociaciones y que se me veía una chica inteligente, difícil de engañar y por tanto, le ayudaría en sus gestiones. Odiaba que le importase tanto lo que pensasen los demás, era algo que me repugnaba. Había pensado incluso en meterlo en la lista del bloc de notas alguna que otra vez, pero en el fondo era un buen hombre. El resto de mi trabajo era el de una secretaría cualquiera: coger llamadas, fax, y soportar visitas que no eran del todo agradables.

Dejé la mirada fija en uno de los señores enchaquetados de en frente y me entretuve pensando algo que hacerle a Carlos por la noche. Tenía que ser bastante sofisticado y trabajado, puesto que me había llevado tres noches llegando tarde a casa. Y entonces obtuve la respuesta.


Bajé de mis pensamientos y escuché que cerrarían el trato el viernes a las 12:00 h. La reunión había acabado, por fin. Me despedí de Ferrer y fui a la cabina de la plaza Marquelo. El reloj del ayuntamiento tocó las dos de la tarde y justo después sonó el teléfono, como todos los miércoles desde hacía tres años. Descolgué.

    Tan puntual como siempre, Sara. ¿Has hecho tus deberes?
    Sí.
    Buena chica. El siguiente es Luis Arroyo. Trabaja en el hotelucho de la calle Buenvenir. Todas las noches escapa a un club de alterne que hay a las afueras de la ciudad, en la carretera que va a Albacete, y se tira allí hasta las cuatro. Encuéntralo. Ya sabes.


No me dio tiempo a contestar, habían colgado. Saqué mi bloc y anoté el nombre. Me dirigí a Skosh&Laush, mi restaurante de comida basura preferido de la ciudad, al más puro estilo americano, y compré un menú gigante con oferta y helado.