lunes, 24 de marzo de 2014

...decirte adiós.

¿Sabes? Me gustabas. Me gustabas de verdad. Será por éso que me sabe más amarga la decepción, permitiéndome incluso distinguir trazas agrias de culpa.

Y es que con el paso del tiempo y de los buenos días y buenas noches te hiciste un huequito ahí, entre sístole y diástole. Todo sin que me diera cuenta. Que no dudaba en plantarte un beso cuando tu hoyuelo me intimidaba más de la cuenta, y  luego me dejaba acomodar entre tus ronquidos

Lo malo de crear excusas es que cuando dejan de serlo, es porque te das cuenta de que son verdades, y claro: duele. Desquebraja, despelleja, o como queráis llamarlo. Quema y hiela a la vez, porque (por lo menos a mí) me enerve la sangre a la vez que me deja inmóvil. Y dicen que "el ignorante vive feliz", así que yo deberé ser subnormal o algo dado que prefiero quedar como estúpida mas teniendo todas las cartas sobre la mesa.

Pero es que, joder, un consejo:
  ¡No entres en la vida de alguien si no tienes pensamiento de quedarte! ¡No seas gente boomerang! 
O estás o no estás. No estés cuando te apetezca o simplemente no me ayudes con mi colección de promesas que nadie cumplió porque es que no hay más hueco en el estante y aún no hay tiendas de corazones.

No sé. Me gustabas. Y me duele perderte, aunque nunca te tuve y ya nunca te tendré. 
No regreses. No quiero volver a tener que echarte de menos.