¿Sabes? Me gustabas. Me gustabas de verdad. Será por éso que me sabe más amarga la decepción, permitiéndome incluso distinguir trazas agrias de culpa.
Y es que con el paso del tiempo —y de los buenos días y buenas noches— te hiciste un huequito ahí, entre sístole y diástole. Todo sin que me diera cuenta. Que no dudaba en plantarte un beso cuando tu hoyuelo me intimidaba más de la cuenta, y luego me dejaba acomodar entre tus ronquidos.
Lo malo de crear excusas es que cuando dejan de serlo, es porque te das cuenta de que son verdades, y claro: duele. Desquebraja, despelleja, o como queráis llamarlo. Quema y hiela a la vez, porque (por lo menos a mí) me enerve la sangre a la vez que me deja inmóvil. Y dicen que "el ignorante vive feliz", así que yo deberé ser subnormal o algo dado que prefiero quedar como estúpida mas teniendo todas las cartas sobre la mesa.
¡No entres en la vida de alguien si no tienes pensamiento de quedarte! ¡No seas gente boomerang!
O estás o no estás. No estés cuando te apetezca o simplemente no me ayudes con mi colección de promesas que nadie cumplió porque es que no hay más hueco en el estante y aún no hay tiendas de corazones.
No sé. Me gustabas. Y me duele perderte, aunque nunca te tuve y ya nunca te tendré.
No regreses. No quiero volver a tener que echarte de menos.