sábado, 6 de julio de 2013

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Estoy muy harta de esta situación. Como cuando la leche te sale del microondas con nata. Igual, pero peor.

A ver, no es algo que hayamos buscado, pero sin quererlo ni beberlo está ahí. Es.. extraño, incluso desconocido para mí, supongo. ¿Quieres algo? ¿No lo quieres? No tengo nada claro, ni oscuro, digamos que no tengo nada. Ni las gracias ni los te echo de menos ni las buenas noches antes de dormir.

Lo cierto es que me enerva el punto al que hemos llegado. Hasta un chimpancé lo entendería—y que me perdonen por la comparación, pero yo no. ¿Qué esperas de todo ésto?
Yo.. Yo sinceramente, te extraño. Muchas veces en silencio, y otras muchas lo muestro; sin más. ¿Y sabes? Es que no quiero quedar como una tonta que da su tiempo y corazón al primero que le regala unas palabras de esperanza. Pero, ¿qué le hago? No son las palabras, son tus rarezas, que no sé qué hacerles, pero me gustan. Las echo de menos. Me gusta no saber qué piensas, me gusta que no seas predecible, me gusta cuando te vas, porque me doy cuenta que te echo de menos.
También me faltan esas caricias, y esos buenos días, que acaban siendo malos porque me voy,  o te vas. ¿Y qué? ¿No podría tener ésto con otra persona? Claro que sí. Hay muchas personas con las que poder disfrutar de mi tiempo, pero por alguna estúpida razón, mis pensamientos cuando me lo paso bien acaban desembocando en el delta de tu boca.
Nada que ver ahora con lo que éramos, que nunca fuimos nada. He de decir que lo bonito de nuestra relación es que no la teníamos. Que simplemente nos limitábamos a pasarlo bien, y a disfrutar. A hacer lo que nos apetecía, sin poner fronteras a los límites de la conversación. Y éso éramos, confianza en las palabras del otro. Teníamos también un idioma silencioso y unas normas sin poner, que ahí estaban, pero nos entendíamos. ¿No es eso compenetración? ¿No es eso lo que se espera siempre de la supuesta pareja?
Y sin embargo no éramos pareja, no éramos nada, y lo teníamos todo. Y lo dejamos ir.

Quizá ni me eches de menos, y todo ésto no sea más que producto de mi imaginación y de mi cama vacía. Y quizá, sólo quizá, ahora mismo estés pensando en mí; de igual modo en que yo lo hago contigo.
Te echo de menos.
Tengo miedo de pedirte cerveza para llevar y que la rechaces, no por ella sino por mí; y entonces darme cuenta de lo sola que estoy cuando me faltan tu sonrisa y tus rarezas. Y darme cuenta lo tonta y rara que soy yo por dejarte ir, o por dejarme engañar.

Sólo son suposiciones, expectativas de lo que pudo ser y no fue, o porque fuimos tontos o porque no quisimos o porque el orgullo ganó. Sólo quiero que sepas que a mi no me importaría recorrer todos los días la autopista de tu cuerpo, sin tener que pagarlo luego con resacas de corazón.


Y al fin y al cabo esta es nuestra historia, la que nunca fue.

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