martes, 22 de enero de 2013

hacer que os preguntéis.


Y al fin y al cabo, ¿qué es un día? ¿Un número? ¿Un aprobado? ¿Una duda? ¿Un recuerdo? ¿Una ilusión? ¿24 horas? ¿El futuro? ¿Tan sólo tres letras?

Con la de cosas que puede ser un día, la de sitios en los que puedes estar, la de tiempo que puedes perder sin hacer nada de provecho...



Los días son plastilina. Se retuercen, se estiran, se pierden. Pueden ser de un solo color, ¡o puedes teñirlos de mil distintos! Lo curioso es que se mezclan dando lugar a un cóctel de sensaciones (al que personalmente lo representaría con algo parecido a la función coseno*).
Hay días más largos, otros más estrechos; están los tristes y los menos lluviosos. Parece como si los hubieran inventado para cualquier estado de ánimo, o para que cualquier estado de ánimo los invente.

Los días son pequeños libros que leer, excelentes conciertos a los que asistir, grandes personas por conocer... Son aventuras, aprendizaje, experiencia. Son esos ‘no lo volveré a hacer’ y  esos  ‘el año que viene repetimos’. Son cada decisión que tomas. Son ese barquito velero sin rumbo del que te nombran capitán, para que los guíes. Están en ese viento que mece las olas, y que tú decides controlar. 

Son una obra de cerámica a la que unas manos dan forma. Tus manos. Son tú.

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